jueves, 8 de marzo de 2012

8.

Es complejo que te dejen mil páginas en blanco con la mente llena de ideas, las palabras alborotándote la cabeza y las ganas de coger un bolígrafo y ponerte a escribir. Un tema libre que puede llegar a comenzar con mi propio nacimiento y finalizar con el descubrimiento de las estrellas, del firmamento en sí y como es capaz de brillar la luna con tanta intensidad. Pero prefiero dejar estas ideas para otro momento.

¿El futuro? ¿Cuántas veces nos hemos podido preguntar lo que será? Cuando llegará o simplemente lo que conllevará y si esos preciosos momentos que nuestra imaginación ha desarrollado miles de veces van a hacerse realidad. Nos preocupamos por cosas insignificantes, palabras, deseos, caricias, susurros o miradas que no hemos vivido, que han nacido en nuestra cabeza con la intención de escapar durante unos segundos de la realidad. Y lo peor de todo es que nos centramos de tal manera en ellos que no solo huimos del presente durante ese periodo de tiempo que creíamos corto, sino que a medida que pasa, se va haciendo cada vez más largo, llegando al preciso instante en el que todo lo que nos rodea parece desconocido. Olvidamos lo que tenemos, lo que hay a nuestro alrededor, esas cosas materiales, esas personas por las que suspiramos y nos levantamos, las que se colaron en nuestra cabeza y nos hicieron imaginar que nos regalaban palabras, deseos, caricias, susurros o miradas, cegándonos, impidiéndonos ver si en algún momento en el que nos encontrábamos absortos en pamplinadas, nos las han obsequiado. El futuro es incierto y lo peor de todo es que nos hace olvidar las maravillas que poseemos ahora, lo que la vida nos regala, el simple hecho de vivir, de poder sonreír sin motivo, de tener ganas de correr hacia ningún lugar con los brazos abiertos, abrazando al viento, dejando que te alborote el pelo sin miedo a despeinarte, esa sensación de libertad, de paz contigo mismo, e incluso la capacidad de poder alzar el vuelo en cualquier instante y tocar el cielo. ¿Por qué no vas a poder hacerlo? Simplemente es cuestión de creer. 
Por desgracia, no todos los problemas vienen dados por unos simples momentos que creamos, que imaginamos y soñamos, cerramos los ojos transportándonos a otro lugar, a un mundo paralelo en el que lo perfecto existe, en el que todo merece la pena, pero si solamente fuese el futuro el que nos ancla, podríamos llegar a considerarlo insignificante. ¿Y el pasado? 


Cuando cerramos los ojos, cuando escuchamos una canción de amor que nos ayuda a recordar lo que hemos vivido junto a esa persona, o aquella canción que en una noche completamente sincera y sentimental os dedicasteis tú y tu mejor amiga, sentadas en algún lugar a oscuras mirando el extenso manto negro manchado de pequeñas estrellas que os iluminaban inquietantes, o ese momento en el que dejas abrir un baúl lleno de recuerdos, de cartas que al leer logran humedecerte los ojos, dejando paso a las lágrimas. Pero no todo tiene porque ser bello ¿verdad? La vida no tiene únicamente un color, no solo es rosa, ni tampoco tiene porque ser blanca y negra, hay tantas combinaciones disponibles que se encuentran a su alrededor que a veces, cuando el dolor nos inunda, nos es demasiado complicado reconocer. 
Los errores que nos atormentan, que en demasiadas ocasiones nos atan tan profundamente que no encontramos la manera de soltarnos. La culpa se cierne sobre nosotros, una venda ocupa nuestros ojos y olvidamos por un instante demasiado largo para lo realmente necesario que siempre hay una manera de cortar ese hilo invisible. Creemos que la vida no va a seguir hasta que nos hayamos perdonado a nosotros mismos, pero la ignorancia es demasiado extensa, demasiado amplia para nosotros, no caemos en la cuenta de que las agujas del reloj pasan, que el tic-tac sigue retumbando en nuestras cabezas, que en la estación de la vida, los trenes conocidos por oportunidades van saliendo de sus andenes a la hora establecida, y allí seguimos, anclados en el suelo con una mochila demasiado pesada sobre la espalda que nos impide movernos, nos dificulta ese sencillo movimiento basado en adelantar una pierna a la otra, y así, continuamente. Dejemos ese peso, y si es uno demasiado gordo, posémoslo frente a nosotros, abramos la mochila con cuidado y asomemos la cabeza, hagámosle frente a ese pasado que nos atormenta, démosle carpetazo para no dejar pasar esas oportunidades que pueden volver a hacernos felices. Porque la vida seguirá siempre su curso sin preocuparse de donde te encuentras tú exactamente. 
No intentes volver a repetir esos momentos que te hicieron feliz, aquella esencia mágica que se quedó gravada en tu cabeza, o incluso en tu corazón se va a seguir manteniendo intacta para siempre, pero jamás se podrá repetir. Las mismas personas, el mismo lugar, las mismas palabras, pero lo que se quedará reflejado nunca será lo mismo, entonces, solo entonces sí que se te estará permitido cerrar los ojos, escuchar esa canción y transportarte a aquel lugar porque será la única manera que tendrás de recordar lo que verdaderamente fue, lo que saboreaste cuando les viste sonreír a tu lado, o esas miradas especiales que no necesitaban palabras. 


La vida pasa, está basada en pequeños trozos que has ido rescatando. La noche de fin de año en la que tan solo tenías seis años y una boca demasiado pequeña para poder comerte las doce uvas de un tirón, como mirabas entusiasmado a tus padres esperando que a ellos les pasase lo mismo, cuando os asomabais a la ventana para poder ver los fuegos artificiales o el día de Reyes corrías con tus pies descalzos después de haber puesto los zapatos bajo el árbol hacia tu cama, esperando a que tus padres te arropasen y te dijesen “duérmete pronto, o sino te quedarás sin regalos” Y cerrabas los ojos con fuerza con la intención de que el sueño se apoderase antes de ti. Y a medida que pasaba el tiempo se convertía en un día en el que pasabas horas preparándote, encontrando el vestido perfecto, el maquillaje adecuado y los zapatos a juego, brindar con champán junto a tu familia, preocuparte de si llevabas algo rojo, y tras pasar un momento increíble bailando a Abba en el salón con ellos, te precipitabas a la calle, esperando encontrarte con otras personas que en su cierta medida, te ayudaban a ser feliz. Los regalos cambian, las barbies dan paso a un móvil nuevo o un ordenador portátil, y el pasarte días recorriendo las calles de la ciudad para encontrar tú también el adecuado para ellos. Y ahora, quien sabe como seguirá, cómo será la sensación de guardar el secreto de los Reyes durante años a tus hijos, las escusas y mentiras para llevar a casa a escondidas lo que les hará sonreír en un día tan especial para ellos, y la dificultad de lograr que sigan creyendo a pesar de conocer la verdad cuando sean mayores. Porque la magia seguirá existiendo siempre.


La magia de los momentos pasados, que sigue viva, la magia del presente, de lo que nos está tocando vivir, y la magia de la incertidumbre de un futuro que nadie conoce.

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